No puedes dejar que tus decisiones en la vida vengan marcadas por el miedo. Parece algo tan simple cuando lo escribes o incluso cuando lo piensas y sin embargo no paro de verlo día tras día a mi alrededor. No hablo aquí del miedo a la gente, o de miedo a la violencia física. No se trata de eso.
Hablo del miedo a cambiar. Al esfuerzo que ese cambio supone. A salir de la zona de confort. A perder ese control que creemos tener donde estamos.
Cuando nos toca movernos en una dirección que no nos gusta, que nos da miedo, nos justificamos con posiciones absurdas. Cuando se nos discute siempre acabamos con un «es mi vida y hago con ella lo que quiero». Y es verdad que es tu vida, pero no estamos siendo sinceros con nosotros. Porque la realidad es que no haces con ella lo que quieres, no tienes el control de tu vida.
Somos víctimas de un mal hábito que se ha integrado en nuestras vidas y tenemos miedo a afrontar ese cambio. Tenemos miedo a lo que podríamos perder para ganar algo que queremos, pero «¿y si no vale la pena? ¿y si me equivoco y esto no es bueno para mi?».
Estas dudas son las que nos matan, las que nos atrapan y las que nos impiden cambiar y hacen mucho más complicado avanzar.
No tenemos una razón para cambiar o eso nos decimos. Cuando la única razón debería ser simplemente que sabemos que tenemos que hacerlo.
En el fondo estamos atados, lo sabemos, reconocemos que ya no tenemos el control, la vida nos lleva y nosostros nos dejamos llevar.
Y sí que sabemos una cosa, cambiar y avanzar no va a ser fácil, y eso también asusta. Mucho.
Es un círculo vicioso, cuanto más tardamos en hacer el cambio, más tiempo reforzamos nuestros malos hábitos y nuestras rutinas. Cuando más tiempo pasa, más duro parece el cambio.
Es demasiado tarde para mi. O eso nos decimos, otra excusa más para no dar el salto. La realidad es que no es más duro perder un hábito de un año que el de 10 años.
Lo duro es mentalizarse. Vencer el miedo. Saltar. Cambiar.
Nuestra vida no debe dirigirla el miedo. Debe dirigirla el amor, la ilusión, la esperanza, la capacidad y el convencimiento de que podemos hacer aquello que nos proponemos o por lo menos saber que nada nos va a impedir intentarlo.
Si tomamos decisiones en la vida siguiendo estos principios no te voy a asegurar que llegues al destino deseado, es posible que nos caigamos por el camino, pero siempre aprenderemos algo en el viaje recorrido y sobre todo nadie nos podrá quitar esa sonrisa que marca claramente que nosotros somos los dueños de nuestras vidas.
Y no termines de leer esto y de repente decidas que vas a intentar cambiar porque acabas de leerlo en un blog en internet. Dedica unas horas a meditar, a pensar sobre tu vida y las decisiones que tomas. Descubre cuales las dirige el miedo y cuales el amor y siempre, siempre, escoge el amor al miedo.
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